En un vibrante juego que llegó a tiempos extra, los Jugosos se imponen y derrotan 32-26 a los Head Hunters

La de todos y de nadie, la más peleada y ansiada, la caprichosa y celosa. Hablamos de aquellas características que ensalzan al ovoide de cuero, pues todas las anteriores la describen a la perfección. Es el anhelo de todos, se defiende del rival y se castiga con saña a quien ose ponerle las manos encima. Se protege en todo momento hasta llevarla a la tierra prometida con tal de ser recompensado con las odas y alegorías que el acto provoca.

Jugosos y Head Hunters, dos equipos que entienden a la perfección lo anterior pues ambos saben que juegan en la tierra de nadie, la peleada División II que, por lo mismo, no decepciona. La ronda de comodines no sería la excepción y ambos nos llevaron en un vaivén de emociones que empezó muy temprano con la solitaria anotación de Miguel Muñoz para adelantar a los Dayacos.

Los oriundos de Borneo se han acostumbrado a ser unos auténticos depredadores que destrozan a sus rivales en cuanto huelen la sangre, se vuelven sádicos, como las comadrejas que entran en un estado de frenesí cuando prueban el líquido vital de sus presas y terminan siendo despiadados, brutales, inmisericordes. Una nueva anotación ejemplifica lo aquí escrito y no auguraba nada bueno para los Jugosos que apenas y lograron responder con el TD de Iván Mondragón.

Pero, si bien hemos alabado el accionar inicial de los Head Hunters, también se ha señalado su falta de contundencia y el mal manejo de los partidos, en especial en las segundas mitades. Tal vez sea la presión a la que ellos mismos se someten o la ironía que conlleva el que los cazadores terminen siendo víctimas de su propio nerviosismo. Un indescriptible temor al éxito que les impide mantener el caótico y eufórico ataque inicial para ceder la iniciativa a sus rivales.

No importó que los dayacos anotaran en dos ocasiones puesto que, de todos modos, ocurrió lo inevitable. Los Jugosos, sabedores de los antecedentes de sus rivales, exprimieron cada oportunidad que se les presentó para darle alcance a los isleños (dos anotaciones más de Mondragón y una de Gabriel de la Torre) y llevar el juego al alargue.

Aquello ya era algo inevitable, una sentencia de muerte. Los Hunters atacaron primero, pero en la obra del emparrillado solo existía un protagonista ataviado de azul y naranja que nos llevó al clímax del partido con la anotación que los proclamaba como vencedores del encuentro. Un suceso apoteósico, un suculento éxtasis que, sin duda, pone nervioso al siguiente rival en la lista, los líderes divisionales: los Jokers.

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