Los Niners dejan atrás los fantasmas y obtienen un triunfo de 20-8 sobre los Perros Negros.
La película se había visto muchas veces, el guion era siempre el mismo, los Niners tenían el marcador a su favor y, de una u otra forma, hacían todo lo posible por perder la ventaja de formas increíbles e irrisorias. Como si el ir ganando fuera una presión extra, una loza pesada que no los deja avanzar hacia la meta. Así se sienten todos los marcadores a su favor.
Pero un error puede convertirse en una pesadilla o algo de lo que se pueda aprender, todo depende del cristal con que se mire y ahora parece ser la manda de los ‘Red and Gold’, por algo se les ha escuchado cantar “Ya lo pasado, pasado. No me interesa. Si antes sufrí y lloré, todo quedó en el ayer ¡Ya olvidé!”.
Y la película comenzó, la historia era la habitual en ellos ya que no tardaron en ponerse al frente con las anotaciones de Javier Tapia y Alfredo ‘Rice’ Barrueta. Todo avanzaba por buen camino, y el problema realmente no es ese, no es el inicio, es el desarrollo y la conclusión de este. Todo dependía de lo que tuvieran que decir la escuadra de Naucalpan. Era su turno de atacar.
Tengo en la vida por quien vivir… Los Niners estaban dispuestos a enfrentar a su destino, de hacerles frente a sus propios fantasmas y demonios que venían disfrazados de Perros Negros. El ataque fue letal pero no contó con gran precisión. En ese instante llegó la reacción de los ‘Red and gold’ con gallardía y enjundia llegó Francisco Ocampo para sacar la casta al interceptar el ataque rival y regresarlo hasta el otro extremo del campo.
La película estaba por finalizar, el triunfo estaba más cerca que nunca. Aunque Tadeo Valencia, el RB de ‘La Jauría de Naucalpan’, le puso dramatismo con su solitaria anotación. Pero todo quedó en eso, un susto. ‘Los bombarderos de la bahía’ celebraron con júbilo, lucían felices, al fin ya todo se había olvidado y, lo más importante, a todo el pasado ya le dijo adiós.