Los Piratas izan sus velas y zarpan rumbo a la victoria tras imponerse 30-12 a los Peleadores

Ebrios, envalentonados y con unas inconmensurables ganas de pelear. Todo un estilo y forma de ver la vida, con la hombría saliendo por todos los poros de aquellos que se proclaman como el terror de los siete mares y dispuestos a probarlo ante cualquier adversario, sin importar su raza o su credo, pues ellos solo buscan eso, un digno oponente.

En esta ocasión lo encontraron en tierras irlandesas, la meca del alcohol, la suerte y los hombres que se mantienen en constante pelea. Algo innato que corre por sus venas y está en sus genes, tan es así que se celebra más el primer golpe que la primera palabra. Si existe alguien más idóneo para enfrentar a los Piratas son ellos, los Peleadores. El licor ya hizo lo suyo y el primer vaso está por romperse, ese que anuncia el inevitable inicio de las hostilidades. Que vuelen las sillas y los tragos.

Aquello era un caos organizado, perfectamente balanceado entre golpes y gritos por todos los involucrados; los amos y señores de los mares fueron los encargados de noquear a los primeros irlandeses (TD de Jonathan Castro), pero en las veneradas tierras de la Gran Bretaña la localía pesa, y mucho, pues de buenas a primeras sacaron a relucir sus mejores combinaciones para emparejar la situación (combinación de Walter Pérez con Luis Quesada).

Pero, si algo han aprendido los Piratas en todos los lugares en los que han estado es en sacar ventaja con toda la maña posible. Se aprovechan de las mismas fortalezas de los locales y saben utilizarlas en su favor. Para muestra basta con ver el ímpetu que traían los Peleadores pues, obsesionados con el ataque, quedaron expuestos en sus impulsivos golpes pues a la primera entró el certero derechazo que los mandó directo al suelo (regreso de patada de Alberto Cárdenas).

El silencio fue sepulcral, jamás se había visto semejante KO en tierras irlandesas. La saliva se trago lentamente y los puños se levantaron más por inercia que por conciencia, se sabían perdidos, pero con el suficiente honor para prolongar las hostilidades hasta las últimas consecuencias. Pensar admirable pero erróneo y más después de recibir otro par de testarazos (anotaciones de Mario Mayer y otra vez Castro). Historia resuelta, aunque los Piratas también se llevaron lo suyo pues los Peleadores alcanzaron a dejar todo en el último izquierdazo que aterrizó en la quijada de los dueños del mar (TD de Carlos Jiménez). Tambalea, pero no claudica, todo ha terminado. Ahoy.

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