Los Black Demons no tuvieron piedad ni misericordia y, con marcador de 35-18, dejan en la orilla a los Pig Machine

La noche, más oscura de lo habitual, en parte por las espesas nubes que impedían el ver al brillante astro lunar que nos comparte un poco de luz cuando todo luce lúgubre y desolado. El cielo parecía molesto por no poder demostrar toda su belleza, a tal grado de manifestar su descontento con el ensordecer sonido de los truenos que llegaron acompañados de una ligera lluvia, la cual no tardó en hacerse más tupida con el pasar de los minutos.

Aquello era como una escena de terror, todo un clásico: un granero de madera -misma que cruje con el cambio de temperatura y con el inevitable paso de los años-, una noche lluviosa, con relámpagos y violentos vientos que provocan escalofríos y ponen a más de uno con la piel de gallina. El preámbulo perfecto para dar entrada a los protagonistas de la noche: los Black Demons; mismos que venían con la firme intención de exterminar a todo lo que hubiera frente a ellos.

Fue así que tres dulces cerditos, rechonchos y, en apariencia, inofensivos, entendieron que la granja estaba en peligro así que no hubo de otra más que adoptar su verdadera identidad y transformarse en unas auténticas máquinas de destrucción, una fortaleza llamada Pig Machine quienes les harían frente a los diablos de ébano. Después de todo, su hogar estaba en peligro y no podían quedarse con las patas cruzadas.

La máquina rosa de la destrucción abandonó el corral para hacer lo que dicta la razón, defender a los suyos. Ya habían estado en la misma situación antes, algo tiene su granja que atrae a cualquier amenaza, pero la de hoy tenía algo en particular que dejaba intranquilo a la fuerza rosada, ni su mítico triángulo porcino (tres anotaciones: José Manuel Olvera y doblete de Jesús González) fue suficiente para hacer mella en los habitantes del inframundo.

Los Pig Machine sabían que todo estaba terminado, su mejor ataque fue insuficiente y ahora solo quedaba resistir todos los embates que los Black Demons osaran hacer en su contra. Pero fue sutil, misericordioso, incluso podría decirse que honraron su valentía al emular la legendaria técnica de Pai Mei: el ataque del corazón explosivo a cinco puntos. Su nombre lo dice, solo hay que golpear en cinco puntos de presión del corazón y este explotará al cabo de dar cinco pasos. Un hermoso y digno final.

Con certeza, destreza y seguridad, los diablos de ébano golpearon el corazón de la máquina rosa de la destrucción con la velocidad suficiente para evitar cualquier intento de defensa. Cinco puntos, cinco anotaciones (destacando a los Salinas: Iván y Homero con su doblete), cinco pasos que los Pig Machine dieron de con la frente en alto, con el orgullo por delante y asumiendo su inevitable destino. Un final poético, calmo y brutal. Adiós a la vida rosa; bienvenido, futuro negro.

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