Temporada de felinos
Panteras no logra mantener la ventaja y terminan sucumbiendo 25-21 ante los Comanches
Los gritos de guerra sonaron y retumbaron en todos los rincones del Velódromo Olímpico, La tribu se fajó y se supo imponer ante los feroces ataques de los Wakandianos que venían inspirados y motivados tras llevarse un sufrido triunfo en su juego inaugural ante los Hellfish. Todo lucía prometedor para los felinos, pero los debutantes tenían otros planes en mente.
De noche todos los gatos son pardos, la obscuridad es su mejor cómplice, su fiel aliada para salir en búsqueda de las presas que, sin preverlo, ya están en el menú. Sigilosas, misteriosas y efectivas. De a poco se acerca al lugar donde moran los Comanches, totalmente desprotegidos y confiados de que será una velada tranquila, craso error.
Las Panteras, con el factor sorpresa de su lado, son las primeras en atacar, pero la tribu siempre tiene un as bajo la manga. El felino cae en la trampa y recibe el primer revés de la noche (TD de Luis Várela); no obstante, sus reflejos le ayudan a salir pronto del embrollo en el que se ha metido y responde de manera fugaz para retomar la ventaja con la anotación del Pich Arana.
La paridad de fuerzas era evidente entre ambos, pero los Comanches aprovecharon el factor de estar en su propio campamento y nuevamente embistieron ante sus cuadrúpedos rivales (anotación de JC Morales) quienes ya lucían un tanto debilitados, pero su instinto de supervivencia puede más que cualquier otra y, como gato patas arriba, sigue peleando para clavar sus colmillos en el rival y proporcionar un certero zarpazo (TD de Oscar Espinoza).
Pero parecía que aquel acto era lo último que salía de las Panteras, el wakandiano lucía sumamente fatigado y a su rival solo le bastaba dar el tiro de gracia. No habría misericordia, se haría pagar con creces la afrenta y con eso quedaría sentado que la tribu se respeta y no cederá ante aquellos que osen retarlos. Dos flechazos más fueron suficientes para que los felinos dieran su último suspiro ante el júbilo y los japapeos de los nativos americanos.
