Tigers Xtreme aprovecha el negro presente de los Vikingos y les propinan su tercer descalabro, ahora por 24-14
La derrota los había visitado en sus últimos compromisos, los Tigers habían sido exhibidos por los Dragones Aztecas mientras que los Vikingos eran sometidos por los Head Hunters. Llevarse otro marcador adverso no era opción para ninguno, mucho menos para los nórdicos que no logran ver la luz del alba.
Sabedores que la noche es aún más obscura antes del amanecer, estaban decididos a salir de las penumbras, a quitarse el yugo que ha impuesto la ominosa y azarosa diosa fortuna en su contra, por lo que, ni tardos ni perezosos, tomaron sus armas, emitieron su grito de guerra y se lanzaron al ataque a lo grande con el acarreo de Fabricio Torres. Los Vikingos estaban dando los primeros pasos para salir del hoyo.
El único detalle es que enfrente estaba uno de los mejores cazadores, igual o mejor que ellos, certero, efectivo, inmisericorde. Un tigre de bengala, asombroso felino que rodeaba poco a poco a su presa, cerrando de a poco las eventuales salidas que pudieran existir y acercándose cada vez más a su objetivo. La misión es un éxito: dos veloces zarpazos son suficientes por obra y gracia de José Juan Montaño y Alan Alatorre.
Herido, con sendos hilos de sangre que caían lentamente de sus antebrazos y unas fuerzas que de a poco los iban abandonando. La rodilla se ha puesto en el suelo, tiene que enterrar su lanza para sostenerse y no terminar boca abajo, pero la realidad es que solo estaba tomando aire, apelando a sus ancestros para sacar fuerzas de flaqueza y recordar el por qué son conocidos como el terror del norte. La lanza es disparada y da en el objetivo. Doblete de Fabricio, el Vikingo está de vuelta.
Pero, al estar dos cazadores frente a frente, la victoria depende más de lo mental que de lo físico. El frío pensar y la cautela son los mejores aliados en la estrategia trazada para lograr la victoria y es algo que las bengalas extremas lo sabían a la perfección. La lanza entró, pero no hizo mella; el felino solo fingía, pero el nórdico lo desconocía. Cegado por la confianza, se acercó hacía el cuerpo inerte del tigre a quien solo le basto el crujir de una rama para reincorporarse y morder la yugular (anotaciones de Néstor Arriaga y Alan Alatorre) para terminar con aquel que se sentía victorioso.